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Capítulo 4

Bodas de sangre – Federico García Lorca
SEGUNDO ACTO

CUADRO PRIMERO

Zaguán de casa de la NOVIA. Portón al fondo. Es de noche. La NOVIA sale con enaguas blancas encañonadas, llenas de encajes y
puntas bordadas, y un corpiño blanco, con los brazos al aire. La CRIADA lo mismo.
CRIADA.— Aquí te acabaré de peinar.
NOVIA.— No se puede estar ahí dentro, del calor.
CRIADA.— En estas tierras no refresca ni al amanecer.
(Se sienta la NOVIA en una silla baja y se mira en un espejito de
mano. La CRIADA la peina.)
NOVIA.— Mi madre era de un sitio donde había muchos árboles. De tierra rica.
CRIADA.— ¡Así era ella de alegre!
NOVIA.— Pero se consumió aquí.
CRIADA.— El sino.
NOVIA.— Como nos consumimos todas. Echan fuego las paredes. ¡Ay!, no tires demasiado.
CRIADA.— Es para arreglarte mejor esta onda. Quiero que te
caiga sobre la frente. (La NOVIA se mira en el espejo.) ¡Qué
hermosa estás! ¡Ay! (La besa apasionadamente.)
NOVIA (Seria.).— Sigue peinándome.
CRIADA (Peinándola.).— ¡Dichosa tú que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a besar, que vas a sentir su peso!
NOVIA.— Calla.
CRIADA.— Y lo mejor es cuando te despiertes y lo sientas al lado
y que él te roza los hombros con su aliento, como con una plumilla de ruiseñor.
NOVIA (Fuerte.).— ¿Te quieres callar?
CRIADA.— ¡Pero, niña! Una boda, ¿qué es? Una boda es esto y
nada más. ¿Son los dulces? ¿Son los ramos de flores? No. Es una
cama relumbrante y un hombre y una mujer.
NOVIA.— No se debe decir.
CRIADA.— Eso es otra cosa. ¡Pero es bien alegre!
NOVIA.— O bien amargo.
CRIADA.— El azahar te lo voy a poner desde aquí hasta aquí, de
modo que la corona luzca sobre el peinado. (Le prueba un ramo de azahar.)
NOVIA (Se mira en el espejo.).— Trae. (Coge el azahar y lo mira y deja caer la cabeza abatida.)
CRIADA.— ¿Qué es esto?
NOVIA.— Déjame.
CRIADA.— No son horas de ponerse triste. (Animosa.) Trae el
azahar. (La novia tira el azahar.) ¡Niña! ¿Qué castigo pides tirando
al suelo la corona? ¡Levanta esa frente! ¿Es que no te quieres
casar? Dilo. Todavía te puedes arrepentir. (Se levanta.)
NOVIA.— Son nublos. Un mal aire en el centro, ¿quién no lo tiene?
CRIADA.— Tú quieres a tu novio.
NOVIA.— Lo quiero.
CRIADA.— Sí, sí, estoy segura.
NOVIA.— Pero este es un paso muy grande.
CRIADA.— Hay que darlo.
NOVIA.— Ya me he comprometido.
CRIADA.— Te voy a poner la corona.
NOVIA (Se sienta.).— Date prisa, que ya deben ir llegando.
CRIADA.— Ya llevarán lo menos dos horas de camino.
NOVIA.— ¿Cuánto hay de aquí a la iglesia?
CRIADA.— Cinco leguas por el arroyo, que por el camino hay el doble.
(La NOVIA se levanta y la CRIADA se entusiasma al verla.)
Despierte la novia la mañana de la boda. ¡Que los ríos del mundo lleven tu corona!
NOVIA (Sonriente.).— Vamos.
CRIADA (La besa entusiasmada y baila alrededor.).— Que
despierte con el ramo verde del laurel florido. ¡Que despierte por el
tronco y la rama de los laureles!
(Se oyen unos aldabonazos.)
NOVIA.— ¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra. La
CRIADA abre sorprendida.)
CRIADA.— ¿Tú?
LEONARDO.— Yo. Buenos días.
CRIADA.— ¡El primero!
LEONARDO.— ¿No me han convidado?
CRIADA.— Sí.
LEONARDO.— Por eso vengo.
CRIADA.— ¿Y tu mujer?
LEONARDO.— Yo vine a caballo. Ella se acerca por el camino.
CRIADA.— ¿No te has encontrado a nadie?
LEONARDO.— Los pasé con el caballo.
CRIADA.— Vas a matar al animal con tanta carrera.
LEONARDO.— ¡Cuando se muera, muerto está! (Pausa.)
CRIADA.— Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie.
LEONARDO.— ¿Y la novia?
CRIADA.— Ahora mismo la voy a vestir.
LEONARDO.— ¡La novia! ¡Estará contenta!
CRIADA (Variando la conversación.).— ¿Y el niño?
LEONARDO.— ¿Cuál?
CRIADA.— Tu hijo.
LEONARDO (Recordando como soñoliento.).— ¡Ah!
CRIADA.— ¿Lo traen?
LEONARDO.— No. (Pausa. Voces cantando muy lejos.)
VOCES.— ¡Despierte la novia la mañana de la boda!
LEONARDO.— Despierte la novia la mañana de la boda.
CRIADA.— Es la gente. Vienen lejos todavía.
LEONARDO (Levantándose.).— La novia llevará una corona
grande, ¿no? No debía ser tan grande. Un poco más pequeña le
sentaría mejor. ¿Y trajo ya el novio el azahar que se tiene que poner en el pecho?
NOVIA (Apareciendo todavía en enaguas y con la corona de azahar puesta.).— Lo trajo.
CRIADA (Fuerte.).— No salgas así.
NOVIA.— ¿Qué más da? (Seria.) ¿Por qué preguntas si trajeron el azahar? ¿Llevas intención?
LEONARDO.— Ninguna. ¿Qué intención iba a tener?
(Acercándose.) Tú, que me conoces, sabes que no la llevo. Dímelo.
¿Quién he sido yo para ti? Abre y refresca tu recuerdo. Pero dos
bueyes y una mala choza son casi nada. Esa es la espina.
NOVIA.— ¿A qué vienes?
LEONARDO.— A ver tu casamiento.
NOVIA.— ¡También yo vi el tuyo!
LEONARDO.— Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí
me pueden matar, pero no me pueden escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.
NOVIA.— ¡Mentira!
LEONARDO.— No quiero hablar, porque soy hombre de sangre, y
no quiero que todos estos cerros oigan mis voces.
NOVIA.— Las mías serían más fuertes.
CRIADA.— Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que
hablar de lo pasado. (La CRIADA mira a las puertas presa de inquietud.)
NOVIA.— Tienes razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me
calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y
preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
LEONARDO.— ¿Es que tú y yo no podemos hablar?
CRIADA (Con rabia.).— No; no podéis hablar.
LEONARDO.— Después de mi casamiento he pensado noche y
día de quién era la culpa, y cada vez que pienso sale una culpa
nueva que se come a la otra; pero ¡siempre hay culpa!
NOVIA.— Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho
para poder estrujar a una muchacha metida en un desierto. Pero yo
tengo orgullo. Por eso me caso. Y me encerraré con mi marido, a
quien tengo que querer por encima de todo.
LEONARDO.— El orgullo no te servirá de nada. (Se acerca.)
NOVIA.— ¡No te acerques!
LEONARDO.— Callar y quemarse es el castigo más grande que
nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el
no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió
para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y
que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las
cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!
NOVIA (Temblando.).— No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es
como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una
colcha de rosas. Y me arrastra y sé que me ahogo, pero voy detrás.
CRIADA (Cogiendo a LEONARDO por las solapas.).— ¡Debes irte ahora mismo!
LEONARDO.— Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada.
NOVIA.— Y sé que estoy loca y sé que tengo el pecho podrido de
aguantar, y aquí estoy quieta por oírlo, por verlo menear los brazos.
LEONARDO.— No me quedo tranquilo si no te digo estas cosas.
Yo me casé. Cásate tú ahora.
CRIADA (A LEONARDO.).— ¡Y se casa!
VOCES.— (Cantando más cerca.)
Despierte la novia la mañana de la boda.
NOVIA.— ¡Despierte la novia! (Sale corriendo a su cuarto.)
CRIADA.— Ya está aquí la gente. (A LEONARDO.) No te vuelvas a acercar a ella.
LEONARDO.— Descuida. (Sale por la izquierda. Empieza a clarear el día.)
MUCHACHA 2.— (Entrando.)
Despierte la novia la mañana de la boda; ruede la ronda y en cada balcón una corona.
VOCES.— ¡Despierte la novia!
CRIADA.— (Moviendo algazara.)
Que despierte
con el ramo verde
del amor florido.
¡Que despierte
por el tronco y la rama
de los laureles!
MUCHACHA 1.— (Entrando.)
Que despierte
con el largo pelo,
camisa de nieve,
botas de charol y plata
y jazmines en la frente.
CRIADA.— ¡Ay pastora,
que la luna asoma!
MUCHACHA 2.— ¡Ay galán, deja tu sombrero por el olivar!
MOZO 1.— (Entrando con el sombrero en alto.)
Despierte la novia.
que por los campos viene
rondando la boda,
con bandejas de dalias
y panes de gloria.
VOCES.— ¡Despierte la novia!
MUCHACHA 1.— La novia se ha puesto su blanca corona, y el novio se la prende con lazos de oro.
CRIADA.— Por el toronjil la novia no puede dormir.
MUCHACHA 1.— (Entrando.) Por el naranjel el novio le ofrece cuchara y mantel.
(Entran tres convidados.)
MOZO 1.— ¡Despierta. paloma!
El alba despeja campanas de sombra.
CONVIDADO.— La novia, la blanca novia,
hoy doncella, mañana señora.
MUCHACHA 1.— Baja, morena,
arrastrando tu cola de seda.
CONVIDADO.— Baja, morenita.
que llueve rocío la mañana fría.
MOZO 1.— Despertad, señora, despertad,
porque viene el aire lloviendo azahar.
CRIADA.— Un árbol quiero bordarle
lleno de cintas granates
y en cada cinta un amor
con vivas alrededor.
VOCES.— Despierte la novia.
MOZO 1.— ¡La mañana de la boda!
CONVIDADO.— La mañana de la boda
qué galana vas a estar,
pareces, flor de los montes,
la mujer de un capitán.
PADRE (Entrando.).—
La mujer de un capitán se lleva el novio.
¡Ya viene con sus bueyes por el tesoro!
MUCHACHA 1.— El novio
parece la flor del oro.
Cuando camina,
a sus plantas se agrupan las clavellinas.
CRIADA.— ¡Ay mi niña dichosa!
MOZO 1.— Que despierte la novia.
CRIADA.— ¡Ay mi galana!
MUCHACHA 2.— La boda está llamando por las ventanas.
MUCHACHA 2.— Que salga la novia.
MUCHACHA 1.— ¡Que salga, que salga!
CRIADA.— ¡Que toquen y repiquen las campanas!
MOZO 1.— ¡Que viene aquí! ¡Que sale ya!
CRIADA.— ¡Como un toro, la boda levantándose está!
(Aparece la NOVIA. Lleva un traje negro mil novecientos, con
caderas y larga cola rodeada de gasas plisadas y encajes duros.
Sobre el peinado de visera lleva la corona de azahar. Suenan las
guitarras. Las MUCHACHAS besan a la NOVIA.)
MUCHACHA 1.— ¿Qué esencia te echaste en el pelo?
NOVIA (Riendo.).— Ninguna.
MUCHACHA 2 (Mirando el traje.).— La tela es de lo que no hay.
MOZO 1.— ¡Aquí está el novio!
NOVIO.— ¡Salud!
MUCHACHA 1.— (Poniéndole una flor en la oreja.)
El novio
parece la flor del oro.
MUCHACHA 1.— ¡Aires de sosiego le manan los ojos!
(El NOVIO se dirige al lado de la NOVIA.)
NOVIA.— ¿Por qué te pusiste esos zapatos?
NOVIO.— Son más alegres que los negros.
MUJER DE LEONARDO (Entrando y besando a la NOVIA.).—
¡Salud! (Hablan todas con algazara.)
LEONARDO (Entrando como quien cumple un deber.).—
La mañana de casada
la corona te ponemos.
MUJER.— ¡Para que el campo se alegre
con el agua de tu pelo!
MADRE (Al PADRE.).— ¿También están ésos aquí?
PADRE.— Son familia. ¡Hoy es día de perdones!
MADRE.— Me aguanto, pero no perdono.
NOVIO.— ¡Con la corona da alegría mirarte!
NOVIA.— ¡Vámonos pronto a la iglesia!
NOVIO.— ¿Tienes prisa?
NOVIA.— Sí. Estoy deseando ser tu mujer y quedarme sola
contigo, y no oír más voz que la tuya.
NOVIO.— ¡Eso quiero yo!
NOVIA.— Y no ver más que tus ojos. Y que me abrazaras tan
fuerte, que aunque me llamara mi madre, que está muerta, no me pudiera despegar de ti.
NOVIO.— Yo tengo fuerza en los brazos. Te voy a abrazar cuarenta años seguidos.
NOVIA (Dramática, cogiéndole del brazo.).— ¡Siempre!
PADRE.— ¡Vamos pronto! ¡A coger las caballerías y los carros!
Que ya ha salido el sol.
MADRE.— ¡Que llevéis cuidado! No sea que tengamos mala hora.
(Se abre el gran portón del fondo. Empiezan a salir.)
CRIADA (Llorando.).—
Al salir de tu casa,
blanca doncella,
acuérdate que sales
como una estrella…
MUCHACHA 1.— Limpia de cuerpo y ropa
al salir de tu casa para la boda.
(Van saliendo.)
MUCHACHA 1.— ¡Ya sales de tu casa para la iglesia!
CRIADA.— ¡El aire pone flores por las arenas!
MUCHACHA 1.— ¡Ay la blanca niña!
CRIADA.— Aire oscuro el encaje de su mantilla.
(Salen. Se oyen guitarras, palillos y panderetas. Quedan solos
LEONARDO y su MUJER.)
MUJER.— Vamos.
LEONARDO.— ¿Adónde?
MUJER.— A la iglesia. Pero no vas en el caballo. Vienes conmigo.
LEONARDO.— ¿En el carro?
MUJER.— ¿Hay otra cosa?
LEONARDO.— Yo no soy hombre para ir en carro.
MUJER.— Y yo no soy mujer para ir sin su marido a un
casamiento. ¡Que no puedo más!
LEONARDO.— ¡Ni yo tampoco!
MUJER.— ¿Por qué me miras así? Tienes una espina en cada ojo.
LEONARDO.— ¡Vamos!
MUJER.— No sé lo que pasa. Pero pienso y no quiero pensar.
Una cosa sé. Yo ya estoy despachada. Pero tengo un hijo. Y otro
que viene. Vamos andando. El mismo sino tuvo mi madre. Pero de
aquí no me muevo. (Voces fuera.)
VOCES.— ¡Al salir de tu casa
para la iglesia,
acuérdate que sales
como una estrella!
MUJER (Llorando.).—
¡Acuérdate que sales
como una estrella!
Así salí yo de mi casa también. Que me cabía todo el campo en la boca.
LEONARDO (Levantándose.).— Vamos.
MUJER.— ¡Pero conmigo!
LEONARDO.— Sí. (Pausa.) ¡Echa a andar! (Salen.)
VOCES.— Al salir de tu casa
para la iglesia,
acuérdate que sales
como una estrella.

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